Sin título, 1976

Grafito sobre papel

24 x 19 cm

Casa-Museo Alfonso Ariza

Ariza en Alaska.

 

Me refirieron que un hispanista que vino con unos/as cuantos/as colegas ingleses/as y/o americanos/as como ponente de un Congreso Humanista en Córdoba encalló finalmente en nuestro pueblo después de que se sopesaran las opciones de que lo hiciera en Lucena. Y me comentaron que llegó a decir off the record: “En los 60 pasé por La Rambla y cerca de Montilla compré melones en un puesto. Cuando los abrí eran cucos.” De primeras me fascinó su dominio de mi lengua materna en boca de mi interlocutor. Pero como son cosas que se cuentan, ¿quién sabe?

 

El que me lo hizo saber (le dedico las comillas) me relató que viajaban en un coche particular de camino a un restaurante, con las ventanillas abiertas a falta de climatización en el vehículo. Mi confidente se sorprendió de la solidez de la memoria humana y geográfica del historiador al recordar veinte o treinta años más tarde el emplazamiento exacto del tenderete. Con las mismas comillas me dijo que dijo: “También compré un cuadro de Ariza”.

 

Tras mis repetidas preguntas y sus repetidos silencios concluí en una falta básica de instinto periodístico por parte del testigo que hoy nos conduce a perder las huellas del destino de aquella obra.

 

Creo que ahora ya es tarde para saberlo.

 

Leí en la prensa que nos dejó el hispanista referido.

 

Entre sus manos -supongo que las mismas de la obra, las caricias y unas migas de pan- encontraron un cuenco en forma de geoda inimitable como cosa de andar por casa.

 

Alguna vez alguien me dijo que Alfonso -bodegones mediante- es el rey del cobre. Ahora pienso que su imperio son las tierras raras.

 

RAFAEL CASTELLANO JIMÉNEZ Profesor de Francés y amigo de Alfonso Ariza